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sábado, 26 de enero de 2019

LA ISLA GRANDE DE CHILOÉ...

Ruta de las Islas de Chiloé

Era 20 de enero, y se cumplían este día los dos meses desde que llegué a Buenos Aires, para desplazarme posteriormente con Norberto a las Cataratas de Iguazú. 



El día anterior aprendimos varias cosas, una de ella es que las carreteras en Chile, se pagan como si de una Autopista de peaje fuera en España; y no todos los peajes son iguales pues de ida pagamos 600 PCL, o 0,80€ y a la vuelta nos cobraron 700 PCL, o 0,93€, que estas carreteras que son como una autovía, en ella hay paradas de bus que la gente usa para subir y bajar en ellas, y que por estas mismas autovías, por el arcén circulan con bicicleta; que la autovía a diferencia de como son en Europa, que están prácticamente valladas para que en ella no penetren animales, o personas, aquí esto no es así, y te puedes encontrar en medio, cualquier cosa, desde un perro a un vendedor de ollas y paellas en el peaje, y con toda seguridad, gentes que venden empanadas, agua fresquita, etc., etc., total que aquí se vive de otra manera, y esto nos demostraba que cuando estuvimos por la Patagonia, al sur de Chile, estábamos en la gloría. En las ciudades, esto ya cambia radicalmente.



Castillo San Miguel de Ahuy
Con nuestro coche de alquiler, salimos rápido hacia Puerto Pargua, previo peaje de autopista lógicamente, para cruzar a la Isla Grande de Chiloé, allí seguro que de nuevo recuperábamos la calma de lo salvaje. Entramos en la barcaza los penúltimos, y desembarcamos en Puerto Chacao, donde avistamos de nuevo lobos marinos descansando tranquilamente sobre las boyas flotantes del puerto. Una vez en la carretera, se habían acabado las autovías de peaje, nos dirigimos hacia Ancud, y de allí hicimos ruta hacía el Castillo de San Miguel de Ahuy. Este Castillo, fue el último reducto español antes de ser expulsados de Chile en el año 1826, la causa no fue otra que la independencia de Chile. Fue construido en madera de luma en el año 1777 por el ingeniero militar Manuel de Zorilla y Cano, bajo las ordenes del entonces gobernador Jose Antonio Carretón, fue refortificado en piedra Cancagua en 1818 a solicitud del nuevo gobernador Antonio de Quintanilla. Albergo hasta 250 hombres y tuvo una participación relevante en la resistencia realista siendo este el último bastión en caer en América del Sur. Lo declararon Monumento Nacional en 1991.

Vistas desde el Castillo de San Miguel 
Desde este sitio estratégicamente colocados, dominaban unas buenas vista, aquellos conquistadores.
Hoy desde aquí se ve un panorama al Pacifico con playas adyacentes que hacen que sea una parte perfecta para ir a descansar y bañarse en el mar.


Uno de los cañones del patio de armas

Recorrimos todo lo que quedaba de este Castillo, aunque poco había en pie, solo el polvorín, pues de edificación no había nada, y solo la plaza de armas con una colección de cañones de la época, y los fosos que estaban aun en pie.

Se acercaba la hora de comer, y hoy tocaba celebrar los dos meses de aventura, y los tres decidimos ir a comer, comida típica Chilota. Buscamos un restaurante donde pudiéramos degustar el Curanto al Hoyo.




El Curanto al Hoyo se presenta así



Encontramos en el camino, el pueblo de Quetalmahue, y en el restaurante del mismo nombre, degustamos este famoso plato que consta de: Mejillones, Almejas gigantes, Cerdo ahumado, un Muslo de Pollo, una Salchicha, y dos productos autóctonos, el Milcao y el Chapalele..., uno parece como si fuera pasta, y el otro es una masa de harina y tiene gusto a pan. Todo ello viene servido en un único recipiente, y se cocina enterrado en el suelo con fuego en el hoyo, y cubierto con hojas y cañas.

Una especialidad un tanto indígena, no?  lo acompañamos con unas cervezas artesanales que aquí en Chile están de moda, y mientras comíamos, nos iban acompañando el ágape con música en directo.



Recolectora de algas
Después de tan opípara comida, continuamos viaje hacía otra interesante parte de la isla, donde nos habían dicho que allí podríamos avistar pingüinos de nuevo. El lugar se llamaba Punihuil, pero las pingüineras eran un reclamo turístico de domingo, teníamos que embarcar y navegar a unas islas cercanas, pero nosotros optamos por pasear por la playa, y acercarnos hasta unas rocas que se veían al fondo. Aquí se podía circular con el coche por la fina arena compacta del lugar, y con el coche aparcado borde el agua, hacía allá nos dirigimos.

Al llegar vimos unas montañas de algas negras muy bien ordenadas, y de seguida salió de detrás de las rocas una señora con un saco a la espalda con más algas. Conversamos con ella, y nos explicó que este es su modus de vida. Que  las recoge y las vende a peso, y que tienen múltiples usos para productos de cosmética y cuidado del cuerpo. Que las tiene que dejar secar al sol, y que una vez secas pesan muy poco, las empaqueta un poco mojadas para que den en la báscula más peso y pueda ganar algo más, nos explicó ...las mojo con agua de mar, y así obtengo un poco más de dinerito..., "picaresca la hay en todos los lugares", ella no se esconde y nos lo contó alegremente.


Mirador de Dalcahue

En las cercanías donde estaba las señora recolectora de algas,  pudimos ver pingüinos sin necesidad de embarcarse y pagar por verlos, estaban allí, a la vista, solo había que desplazarse andando.  La tarde iba avanzando, y no teníamos aun decidido donde ir a dormir. 

Tomamos dirección a Castro, capital administrativa de la Isla Grande de Chiloé, pero descubrimos un pueblo llamado Dalcahue que tenía muy buena pinta. Encontramos un Mirador y nos encanto el lugar, con lo que buscamos alojamiento aquí. 




Nuestro alojamiento en Dalcahue
Desde el Mirador, descubrimos los primeros Palafitos, que son las construcciones sobre el mar, que están sustentadas por troncos debajo. 
Encontramos donde dormir, en La Costanera Hostel nos alojamos. Y tuvimos una suerte inmensa, pues nos atendió su propietaria, la Sra. Doris en persona, y nos contó la historia del viejo caserón donde estaba instalado su Hostel. El caserón tenía 125 años de antigüedad, y fue la mansión del fundador del pueblo, un tal Navarro, de apellido y español de origen. La casa conserva todo su encanto interior, y esta decorada y ambientada con los  muebles de la época.  Una belleza.




Nos instalamos, y salimos a conocer el pueblo, y contemplamos una nueva puesta de sol inolvidable. Además este día había eclipse de luna.

A su vez también, pudimos contemplar como la marea iba subiendo paulatinamente, y las barcas que se encontraban varadas en el suelo, empezaban a flotar sobre el agua que iba creciendo en altura.





En nuestro paseo, también descubrimos la primera Iglesia que forma parte de las Iglesias que han sido declaradas patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Son todas iglesias construidas en madera a partir del siglo XVII y que en un inicio fueron construidas por los evangelizadores españoles y reconstruidas o recuperadas en el siglo IXX, cuyas características artístico-arquitectónicas son únicas.

Como cada día, nos llego la hora de cenar y descansar, ya que al día siguiente queríamos continuar conociendo Chiloé.


Continuará...